lunes, 10 de enero de 2011

A casi nueve años de la cacería policial que se cobró la vida de los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán me parece de vital importancia refrescar la memoria releyendo las notas que salieron el día siguiente en los diarios de mayor tirada. Con sangre nos recuerda la coyuntura que los mecanismos represivos aún permanecen latentes. 





Diario Clarin 27-06-2002 
Copete: No se sabe aún quienes dispararon contra los piqueteros.
Título de tapa: La crisis causó 2 nuevas muertes
Epígrafe: Una de las víctimas mortales, en el piso de la estación Avellaneda. A la derecha, un policía llega al lugar. Los dos muertos recibieron impactos de bala, igual que otros siete de los heridos. (Foto: P. Mateos)

Crónica: 

OTRA VEZ LA VIOLENCIA: YA SON 31 LAS MUERTES DESDE LOS HECHOS DE DICIEMBRE QUE DERIVARON EN LA CAIDA DE DE LA RUA

Hubo dos muertos y más de veinte heridos en un choque entre policías y piqueteros

Grupos de manifestantes intentaron cortar el Puente Pueyrredón, en Avellaneda. La Policía bonaerense los reprimió. Dos jóvenes murieron baleados y todavía no se sabe quién los mató.
Walter Curia. DE LA REDACCIÓN DE CLARÍN.

La muerte de dos jóvenes de entre 21 y 23 años durante la protesta piquetera de ayer en Avellaneda incorpora el elemento trágico en los aún no cumplidos seis meses del gobierno de Duhalde.
Las imágenes en el puente Pueyrredón, en la estación Avellaneda y en el Hospital Fiorito remitieron inevitablemente a los episodios de diciembre pasado que dejaron 29 muertos y terminaron con el gobierno de Fernando de la Rúa. Desde entonces, y con los dos de ayer, ya son 31 las víctimas en la peor crisis, por su multiplicidad de factores, de la historia argentina.
Duhalde permaneció ayer desde las cinco de la tarde y hasta casi las nueve y media de la noche reunido con su gabinete en Olivos evaluando los hechos. Los funcionarios que fueron contactados por Clarín y que participaban del encuentro transmitían un doble sentimiento de consternación e incertidumbre.
En una conferencia de prensa al término de la reunión, el secretario de Seguridad Interior Juan José Alvarez manifestó el "pesar" del Gobierno por lo que calificó de "hechos gravísimos".
En una reunión previa y más restringida en Olivos con el Presidente, de la que participaron Alvarez, el jefe de Gabinete Alfredo Atanasoff, y el titular de la la SIDE, Carlos Soria, se analizó el impacto que los episodios de ayer podrían tener en adelante sobre el explosivo cuadro social. Adelante es hoy: la CTA convocó a un paro de actividades y a una marcha a la Plaza de Mayo junto con el movimiento piquetero de la Corriente Clasista y Combativa.
"Es el comienzo de una escalada de violencia organizada", resumió una alta fuente oficial. Se espera para hoy no menos de 2.000 policías en las calles.
Expuesto a mil frentes, y con un escenario social posbélico, el gobierno de Duhalde acaso mostraba hasta ayer como único rellano el mantenimiento de la paz social. Por eso Olivos transmitía una sensación de pérdida tan profunda.
La crónica de los hechos podría contarse desde las 10.30, cuando un número de manifestantes del Bloque Piquetero Nacional que según la Policía bonaerense no superó los 1.200 (otras fuentes hablaban de 2.000) se concentró en la bajada de Avellaneda del Puente Pueyrredón, en una protesta anunciada.
El Gobierno había difundido la noche del martes la información de que desplegaría en la zona unos 2.000 efectivos de la Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura y la Policía bonaerense para garantizar la libre circulación entre la Capital y la provincia. Una decisión que había sido adoptada hacía ya semanas.
El choque, algo después de las 12 del mediodía, entre policías bonaerenses y piqueteros remitió en el acto a aquella decisión oficial. Pero también a la tensión dentro del Gobierno y fuera de él en torno a la política de seguridad, en especial a ciertos rasgos de "permisividad", según los sectores más críticos.
La decisión del Gobierno de impedir los cortes de los principales accesos a la Capital equivale, en efecto, a un endurecimiento objetivo de su política de seguridad.
Pero fuentes del Gobierno y de la gobernación bonaerense oponen a esta idea la aparición de un nuevo comportamiento de los manifestantes piqueteros, como encierra el término "escalada". Es una lógica de trampa, en la que una posición genera y justifica la otra.
"Quienes manifestaron son otros", dijo anoche Alvarez buscando reforzar ese análisis. El secretario de Seguridad también mencionó que "no había con quién negociar" entre los piqueteros, un ejercicio cotidiano en este tipo de manifestación de protesta. Y que los nuevos manifestantes actuaron ayer "de manera violenta e irracional".
Hasta bien tarde anoche no había información sobre las circunstancias en que se produjeron las muertes. Sólo se sabe que los dos jóvenes murieron por impactos de bala, en la estación de trenes de Avellaneda, al menos a diez cuadras del lugar donde estallaron los incidentes.
La Policía bonaerense está en el centro de la sospechas, que aumentarán en la medida en que no se avance sobre una versión oficial de los hechos. La falta de información sólo crió fantasmas.
Una de las versiones hablaba de que los disparos podrían haber provenido de los propios piqueteros. Pero de los más de 170 detenidos (fueron todos liberados) que dejaron los incidentes no se incautó ninguna otra arma que no fuera improvisada.
El enfrentamiento derivó en una persecución de la Policía bonaerense sobre los manifestantes en un amplio radio en torno al centro de Avellaneda. Hubo una razzia frente a las cámaras de televisión, que incluyó la irrupción de la Policía en un local partidario de la Izquierda Unida. El diputado Luis Zamora y la legisladora porteña Vilma Ripoll sacaron a los empujones a un hombre de la infantería.
La Policía también hizo detenciones en el Hospital Fiorito, donde ingresaron 21 heridos, siete de los cuales de bala. El jefe del operativo policial, el comisario Alfredo Franchiotti, recibió dos trompadas en el rostro mientras hablaba con periodistas en la playa de ambulancias del hospital.
Una reacción espasmódica llevó a los partidos de izquierda a una convocatoria a la Plaza de Mayo que fue menor; otros grupos se concentraron en el Congreso. El centro de Buenos Aires era para el atardecer un sitio desolado.
Sin un proyecto colectivo, sin crédito y buscando consuelo de tontos en una región marginal del mundo, los episodios de ayer refuerzan la sensación de que Argentina vive un período de completo extravío, en el que lo peor todavía no ocurrió. 

Editorial: 

OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ANALISIS: EL ESCENARIO QUE SE ABRE CON LAS MUERTES DE AVELLANEDA
Una escalada de violencia que vuelve más frágil a la democracia

El Gobierno enfrenta su momento más difícil, acechado por la economía, la crisis social y, ahora, también por la violencia que había logrado controlar.


Julio Blanck. DE LA REDACCIÓN DE CLARÍN.

La democracia argentina está hoy aún más débil que ayer.
No se trata de la fortaleza o debilidad de un gobierno, como el de Eduardo Duhalde, que nació frágil y transitorio; y cuyo mérito mayor, si llega a lograrlo, será crear las condiciones para que otro gobierno, legal y más legítimo, se haga cargo de la brasa ardiente que es el país y su crisis.
Es mucho más que eso: la amenaza que vuelve a ensombrecer a los argentinos, como en diciembre pasado, es la de una espiral de violencia sin control, un horizonte de sangre que sólo puede alumbrar una democracia más restringida o, todavía peor, una etapa de autoritarismo —tradicional o maquillado— que no recuperará la justicia perdida y que, además, recortará dramáticamente la libertad.
La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.
Pero, ¿quiénes ganan con las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Costequi?
Los que, desde adentro y sobre todo desde afuera del Gobierno, reclaman mano dura como única receta frente al reclamo social.
Los que apuestan al caos para imponer recetas económicas y aspiraciones políticas personales a una sociedad aterrada y demandante de orden a cualquier precio.
Las organizaciones que necesitan esta represión y estas muertes paralegitimar un discurso y una acción política donde los valores aún deteriorados de la democracia funcionan como obstáculos hacia un objetivo supuestamente revolucionario.
Conviene aquí hacer una salvedad: las responsabilidades de unos y otros, en los episodios de ayer y en el desarrollo general de la crisis económica, social y política, son sin dudas diferentes.
De hecho, el gran responsable es el Estado, a través del Gobierno nacional y en este caso también del Gobierno bonaerense. Porque es el Estado el que debe asegurar el cumplimiento de la ley y la vigencia de las garantías para los ciudadanos. En este caso, estamos frente a un Estado ineficiente para controlar a los grupos violentos y antidemocráticos, o estamos frente a un Estado salpicado por la delincuencia si los asesinatos de Santillán y Costequi llegaran a ser obra de agentes policiales.
El Gobierno dice, en estas horas, que está frente a una escalada organizada; que los grupos políticos que impulsan esta acción pretendeninstalar la violencia en la Plaza de Mayo y allí provocar "otro 20 de diciembre", en alusión a la jornada de sangre que cerró el ciclo de Fernando de la Rúa en la Casa Rosada.
Estas señales emitidas desde el Gobierno aluden, sin nombrarlo, al logro más importante de Duhalde en sus casi seis meses de gestión: haber conseguido lo que ayer no pudo mantener.
De hecho, desde enero el Gobierno había contenido el conflicto social sin episodios de violencia abierta, a pesar de la falta de autoridad moral de los políticos ante la sociedad y en medio de la crisis más profunda, extensa y sin horizonte de la historia argentina.
Como siempre sucede en política, algo de lo que se dice es cierto y algo, sin ser necesariamente falso, es manipulado para generar un escenario favorable.
Por eso, vale recordar que los hechos que derivaron en la caída de De la Rúa incluyeron, además de las elecciones perdidas en octubre, elcorralito impuesto en diciembre y el histórico cacerolazo como respuesta a la declaración del estado de sitio, un ingrediente que hoy no está presente: los saqueos que se extendieron desde el interior hasta explotar en el Gran Buenos Aires. Hoy, como entonces, Duhalde y el PJ bonaerense mantienen bajo control la protesta social en el conurbano y eso les da un argumento fuerte para justificar ante los factores de poder su permanencia en el Gobierno.
Pero es cierto, también, que colocado bajo sospecha política por los EE.UU.; sometido a las presiones del FMI para las que no encuentra respuestas; impotente para reordenar la economía, frenar el agravamiento de la pobreza, dar solución a los ahorristas confiscados y hacer funcionar al sistema financiero; con dificultades para organizar una salida electoral razonable y ahora acechado por la violencia, el Gobierno afronta su momento más difícil.
El problema, en todo caso, no es el Gobierno sino lo que representa: un intento, quizá el último, de conservar una democracia que, algún día, quizá sea capaz de mejorarse a sí misma. 




Diario La Nación 27-06-2002 
Título de tapa: Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la policía. 

Crónica: 

La crisis: 90 heridos y 160 detenidos por la violencia en Avellaneda 

DOS MUERTOS AL ENFRENTARSE PIQUETEROS CON LA POLICÍA

Grupos radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos 

Un grupo de piqueteros se enfrenta con la policía
en la bajada del puente Pueyrredón, sobre Pavón.
Foto Martín Lucesole 



Un grupo de piqueteros se enfrenta con la policía en la bajada del puente Pueyrredón, sobre Pavón. Foto Martín LucesoleVer más fotos
Dos piqueteros muertos, 90 heridos y 160 detenidos en medio de una gresca de violencia inusitada con la policía bonaerense, en Avellaneda, derrumbaron ayer la convicción del gobierno de Eduardo Duhalde de que el conflicto político y social había sido contenido.

El descontrol desatado en las inmediaciones del puente Pueyrredón, cuando unos 500 militantes de organizaciones radicalizadas de desocupados y provocadores políticos intentaban cortar el camino, agregó otra señal de alarma en la sociedad, que deberá soportar hoy una marcha de protesta a la Plaza de Mayo y un paro de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), en condena -así lo han llamado- por lo sucedido.
El jefe del operativo de seguridad en el puente, comisario Alfredo Franchiotti, aseguró que sus fuerzas no portaban proyectiles de plomo y acusó a los piqueteros de disparar con armas de fuego.
Desde el Gobierno, el secretario de Seguridad Interior, Juan José Alvarez, fue el enviado de Duhalde para brindar por la noche las explicaciones oficiales.
El enfrentamiento comenzó a mediodía y duró apenas cinco minutos, suficientes para provocar víctimas y destro-zos sin precedente en lo que va del año.
Una columna de piqueteros sorprendió por la espalda el vallado policial montado para proteger el puente Pueyrredón, mientras otro grupo de manifestantes lanzaba piedras y palos.
De inmediato, la policía intentó desalojar a los revoltosos con gases lacrimógenos. En la huida, los manifestantes destrozaron vidrieras de comercios en Avellaneda e incendiaron decenas de coches estacionados en la zona. Sonaban disparos. Unos minutos después se sabría que no eran sólo balas de goma.
La persecución se extendió por los alrededores del puente. De hecho, uno de los muertos fue hallado en el hall de la estación de trenes de Avellaneda.
El jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, había advertido el martes que el Gobierno no toleraría nuevos cortes de rutas y de calles, en respuesta a la convocatoria de los sectores más radicales del movimiento piquetero a una jornada de protesta nacional.
El Polo Obrero (PO), el Movimiento Territorial Liberación (MTL), la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento Teresa Rodríguez, el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados y la organización Barrios de Pie fueron algunos de los que organizaron esas manifestaciones.
Por la mañana, el subsecretario de Seguridad, Carlos Vilas, había reiterado que se realizaría un "importante operativo de control" en el cual no habría errores.
En todos los accesos a la ciudad se desplegaron desde temprano fuerzas policiales y de la Gendarmería Nacional para contener las protestas. La Panamericana, el puente Uriburu y el puente Saavedra eran algunos de los caminos en los que se esperaban bloqueos del tránsito.
Pero la tensión se concentró en Avellaneda. "Esta gente venía con toda la intención de pelear con nosotros... Con palos, armada, con trapos cubriendo su cara. No digo que se trataba de un ejército, pero es gente que iba a combatir", señaló luego el comisario Franchiotti.
Fuentes de la Gendarmería Nacional y de la policía bonaerense se preguntaban cómo los agentes que integraban el operativo de seguridad pudieron ser sorprendidos por la retaguardia, algo que nunca ocurre en este tipo de protestas.
Desde el Gobierno, altos funcionarios sugerían anoche que lo ocurrido pudo ser un enfrentamiento entre sectores antagónicos del movimiento piquetero.

CAOS DEBAJO DEL PUENTE

Enrique Pini, un vecino de Avellaneda que se presentó a declarar tras los sucesos, relató a LA NACION que vio cómo dos piqueteros arrojaban armas de fuego a la calle durante su huida.
Un colectivero que pasaba por el lugar denunció en la comisaría 1a. de Avellaneda que otro grupo de encapuchados lo asaltó con escopetas Itaka y pistolas automáticas poco antes del enfrentamiento. Luego incendiaron el vehículo con bombas molotov.
El relato fue difundido por el jefe del operativo, que tenía una herida en el ojo izquierdo. Un piquetero lo golpeó salvajemente por la espalda mientras hacía declaraciones a la prensa en el hospital Fiorito, adonde habían sido trasladadas las víctimas.
Con un sector importante de Avellaneda devastado por los efectos de la batalla campal, la tensión se trasladó al centro asistencial, donde un grupo de piqueteros se concentró para pedir información sobre los heridos y continuar con la protesta.
Uno de los directores del hospital, Walter Capote, anunció que los manifestantes fallecidos son Darío Santillán, de 21 años, militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús, y Maximiliano Costeki, de 25, integrante del grupo Aníbal Verón.
Otros cuatro piqueteros continuaban internados, dos de ellos en estado delicado, después de ser operados. Al igual que las víctimas mortales, habían recibido impactos de balas de plomo, dijeron en el hospital.
En total, 20 heridos ingresaron en ese centro de salud, dos de ellos eran policías. Otros lesionados de menor gravedad fueron atendidos en Wilde y en Lanús.
Mientras se conocía el trágico resultado del enfrentamiento, la policía desalojaba sin provocar heridos otros tres accesos a la Capital.

TARDE DE REFLEXIÓN 

Poco después de las 16, el presidente Duhalde se encerró en una reunión con la mayor parte de su gabinete para analizar lo sucedido. Al rato se enteró de que los piqueteros convocaban para una marcha a la Plaza de Mayo, que se realizará hoy.
Raúl Castells, líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, llamó a provocar un levantamiento popular. "Vamos por otro 20 de diciembre que ponga fin a este desastre. Estos hechos marcan el fin de un gobierno cipayo al Fondo Monetario Internacional (FMI)", enfatizó en una conferencia de prensa al convocar a este nuevo desafío.
La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) informó, pasadas las 17, que acompañará la manifestación con un paro activo.
Para esa hora, las inmediaciones de la Casa de Gobierno y del Congreso ya estaban valladas y la Policía Federal copaba las calles.
Militantes y dirigentes de ARI y varios partidos de izquierda improvisaron una protesta en la Plaza de Mayo al caer la noche, que terminó sin que se produjeran incidentes. Un grupo de jóvenes con banderas de la asociación Madres de Plaza de Mayo cortó la avenida Callao, frente al Congreso, y fue repelida por la policía con gases lacrimógenos.
El edificio del Parlamento había sido desalojado a las 15, a raíz de una amenaza de bomba recibida en la central telefónica.
Otros manifestantes volvieron a esa zona por la noche y quemaron una carpa instalada por seguidores del ex golpista Mohamed Alí Seineldín.
El secretario Alvarez prometió luego que se investigará lo sucedido "hasta las últimas consecuencias" y reiteró el argumento de que los piqueteros habían iniciado la agresión.
"No había con quien dialogar. Hemos demostrado en seis meses una enorme prudencia en el uso de las fuerzas de seguridad. Debemos preguntarnos qué cambió. ¿Fuimos nosotros o los que protestaron fueron otros?", se preguntó el funcionario. Duhalde seguía a última hora de ayer reunido con sus colaboradores, con la intención de diseñar un esquema de prevención. Espera hoy otra jornada tensa, de esas que creía parte de su pasado.

Editorial:


DEL PIQUETE A LA TRAGEDIA

(sin firma)

Era de suponer que las tensiones que desatan habitualmente actos ilícitos como los cortes de caminos por organizaciones de piqueteros iban a provocar algún día un trágico saldo como el producido ayer en Avellaneda.
Por lo menos dos muertos, casi un centenar de heridos y 160 detenidos fue la consecuencia de las refriegas entre manifestantes y efectivos policiales de la provincia de Buenos Aires, al cabo de una jornada de protesta que tuvo su centro a la entrada del puente Pueyrredón, donde medio millar de piqueteros bloqueaban el paso vehicular.
Al ser desalojados del puente, los manifestantes se replegaron por la avenida Mitre y rompieron a pedradas y palazos las vidrieras de locales comerciales y los parabrisas de una veintena de automóviles, además de incendiar dos colectivos en la avenida Pavón.
Corresponde lamentar estos tristes episodios de violencia y, de manera especial, la irreparable pérdida de vidas humanas. Si bien la Justicia deberá investigar a fondo los sucesos, poniendo particular esmero en determinar si la policía bonaerense utilizó balas de plomo –algo que las autoridades de la fuerza de seguridad se han empeñado en negar– como las que habrían ocasionado la muerte de dos personas, caben también otras consideraciones sobre el origen de estos acontecimientos.
Nadie puede desconocer, ciertamente, las penurias socioeconómicas que afectan a la Argentina y especialmente a los sectores más desprotegidos de su población, que sufren las dramáticas consecuencias de una recesión galopante y de un índice de desempleo sin precedente en nuestra historia. Pueden o no compartirse muchas de las demandas de los grupos de manifestantes que recurren con llamativa asiduidad a cortar rutas o calles, pero nadie que defienda las instituciones de la República y la vigencia de las leyes podrá estar de acuerdo con su metodología.
El mecanismo de protesta de los piqueteros, lamentablemente extendido a lo largo y ancho del territorio nacional, viola preceptos constitucionales, tales como los que garantizan los derechos de trabajar y de transitar libremente por nuestro suelo, al margen de ocasionar severos perjuicios económicos al impedir el paso de distintos medios de transporte de pasajeros y de carga, que no pueden llegar a tiempo a sus destinos. Si a esto se añade que buena parte de quienes organizan los piquetes concurren armados, como mínimo con palos y otros objetos contundentes, no hace falta abundar en más precisiones para concebir a estas manifestaciones como auténticos hechos de violencia.
Frente a estas situaciones, y a partir de esta violencia originaria, no caben dudas. El deber de las autoridades es garantizar el respeto a la ley, evitando provocaciones y atropellos de imprevisibles consecuencias.
No parece sensato hablar de represión indiscriminada cuando las imágenes de la televisión mostraron a los manifestantes de Avellaneda en una actitud francamente hostil, como si desde el comienzo estuvieran dispuestos a enfrentarse con las fuerzas del orden.
Es de esperar que desde distintos sectores de la sociedad y desde la Justicia no se insista en equivocados criterios –como los expuestos con motivo de los trágicos incidentes en la Plaza de Mayo, en diciembre último– por los cuales quienes actúan conforme con la ley terminan siendo castigados por cumplir con su deber, mientras que los generadores de los desórdenes no reciben sanción alguna.
Lo sucedido ayer no es más que el producto de acciones delictivas que han superado todos los límites a los que debe acotarse la legítima protesta, violando libertades básicas de toda la población. Es en buena medida responsabilidad de las autoridades, que han dejado llegar demasiado lejos a las organizaciones piqueteras. Cuando un corte de ruta, que es una flagrante violación de la Constitución, es seguido por una negociación con sus promotores y por concesiones ante sus reclamaciones, sólo cabe esperar que su metodología violenta se convierta en sistemática. Si unos y otros no comprenden esto, será imposible crear condiciones para la paz social y la convivencia y la escalada de violencia será cada vez más difícil de detener.





Diario Página/12   27-06-2002 
Copete: Una salvaje represión policial tras un choque con los piqueteros provocó dos muertos y 4 heridos graves con balas de plomo.
Título de tapa: Con Duhalde También
Epígrafe: Una de las víctimas mortales, en el piso de la estación Avellaneda. A la derecha, un policía llega al lugar. Los dos muertos recibieron impactos de bala, igual que otros siete de los heridos. (Foto: P. Mateos)



LOS ASESINATOS SE COMETIERON LEJOS DEL PUENTE DONDE COMENZÓ LA PROTESTA
La cacería policial terminó con dos muertos a balazos
Las fuerzas de seguridad tomaron una parte de Avellaneda para cazar a los piqueteros que antes habían sido dispersados en el puente Pueyrredón, acceso clave a la Capital Federal. Y la cacería fue sangrienta: dos muertos, 90 heridos, varios de ellos con balas de plomo, más de 150 detenidos.
  
Por Laura Vales

Los dos muertos llegaron al Hospital Fiorito sin documentos, con inocultables heridas de bala. Uno con un disparo en la espalda, a la altura del glúteo. “Un chico muy joven, de menos de 25 años”, describió la médica que lo recibió en la guardia. El otro con un balazo en el pecho. No hubo nada que hacer, los dos llegaron fríos. Los familiares reconocieron los cuerpos varias horas más tarde: Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano Costeki, de 25. Ambos pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. Por lo que se sabe hasta ahora, cayeron escapando de la policía, uno de ellos porque decidió auxiliar a otro herido, los dos bastante después de iniciado el operativo de represión que la bonaerense desató en la bajada del Puente Pueyrredón como inicio de una cacería que prolongó durante varias horas por las calles de Avellaneda.
La represión empezó sin previo anuncio, con un incidente cuyo origen se pareció a un error o a un acto de estupidez. Tal como estaba previsto, piqueteros de cuatro organizaciones (la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento de Jubilados y Desocupados de Raúl Castells, el Bloque Nacional y Barrios de Pie) se concentraron desde las once de la mañana en el acceso que comunica Avellaneda con la Capital. La jornada de protesta de ayer incluía el corte de cinco puentes, pero la interrupción del de Avellaneda había quedado a cargo de los de la Verón. Por eso se vio allí a mayoría de desocupados de ese sector, fuertes en el sur del conurbano.
Sus integrantes se reunieron para marchar frente a la estación de trenes de Avellaneda. A las once y media de la mañana habían formado una columna de doscientos metros de largo a lo largo de la avenida Hipólito Yrigoyen, tres cuadras antes del puente.
Un segundo grupo de manifestantes, encabezados por la mujer de Raúl Castells, Nina Peloso, los esperó frente al Bingo Avellaneda. Había sol, y las mujeres se dedicaron a sacar pequeñas viandas de sus bolsos para almorzar. En la calle no se veían chicos. La gente los dejó en casa porque existía temor por una eventual represión, aunque nadie pensaba que podría ocurrir de la manera brutal y sin preámbulos en que después sucedió.
–Espero que antes de darnos palos nos avisen –dijo Nina Peloso a Página/12, entre la preocupación y la broma, mientras esperaba la llegada de los otros manifestantes.
Tampoco Darío Santillán, el más joven de los muertos del día, imaginaba lo que iba a pasar. Página/12 lo cruzó en la misma vereda donde las piqueteras comían su almuerzo. Santillán había acompañado al diario poco tiempo atrás a hacer una nota en el barrio La Fe, donde el MTD de Lanús tiene una fábrica de ladrillos huecos con la que los habitantes del asentamiento quieren reemplazar sus casas de chapa. Tras el encuentro hubo una suerte de charla informal. Darío parecía despreocupado. Anoche sus compañeros contaron que lo vieron por última vez en la estación Avellaneda, donde decidió quedarse para auxiliar a un herido.
Un tercer grupo de manifestantes se reunió en la plaza Alsina, a varias cuadras de distancia. Quince minutos antes del mediodía, las dos columnas más alejadas del puente empezaron a marchar para confluir en él. Un helicóptero sobrevolaba el área, mientras abajo se apostaban efectivos de la policía y la prefectura.
Lo imprevisto pasó apenas la gente llegó al lugar del corte. Con el grupo de manifestantes de la Verón delante (justo en la bajada del Pueyrredón) y otro detrás (los de la Plaza Alsina, que iban caminando por la avenida Mitre), la infantería tendió un cordón policial en el medio. Esa línea de uniformados quedó parada, atravesando la calle, hasta que tuvo a las dos columnas a diez centímetros de distancia. Es la que mostraron, aunque acotada por el ancho de la pantalla, algunos canales de televisión. Cuando policías y piqueteros estuvieron cara a cara empezaron los empujones, los forcejeos, las trompadas. Diez segundos más tarde la policía lanzó el primer gas lacrimógeno y un minuto después la gentecorría en desbandada, escapando de los disparos. A partir de allí la represión se extendió en un crescendo que se pareció bastante a una cacería.
Norma Giménez corrió hacia atrás, buscando regresar por Mitre hacia la Plaza Alsina. Calcula que habría hecho la primera cuadra cuando sintió los disparos en la espalda: cuatro balas de goma de que atravesaron su campera, el suéter, una camiseta, antes de lastimarle la piel. A su sobrino Leonardo Torales le fue peor: una bala le atravesó el pulmón y tuvo que ser operado de urgencia. Norma dice que vio francotiradores sobre el puente peatonal pegado a la entrada del Pueyrredón. “Ibamos corriendo por la avenida, gritando que no nos tiren y vimos caer a otro chico en una esquina”, relató a Página/12 en el Hospital Fiorito.
Otros corrieron por Hipólito Yrigoyen buscando llegar a la estación de Avellaneda. La intención era que los piqueteros de más edad pudieran subirse a un tren para salir de la zona. La policía tiró gases lacrimógenos dentro de la estación. Allí murió por lo menos uno de los manifestantes, posiblemente Darío Santillán.
La diputada porteña Vilma Ripoll habló más tarde con un testigo que, al parecer, auxilió en el lugar. “Encontró a un pibe tirado en el piso, sangrando, al que la policía quiso levantar para llevárselo preso. Este hombre vio que el chico se estaba muriendo y les pidió que pararan, porque lo estaban arrastrando como si fuera un saco de papas”, contó ayer. “El pibe tenía un tiro en la zona lumbar y sangraba. Cuando el hombre insistió en que el chico estaba muy mal, lo metieron en un vehículo y lo llevaron al hospital.”
Unos ochocientos manifestantes intentaron mantenerse sobre la Yrigoyen, pero la cantidad de gases lacrimógenos en el aire era tal que era imposible permanecer en el lugar sin desmayarse. Todo estaba envuelto en una neblina irrespirable. La avenida se convirtió muy pronto en una zona de guerra: los uniformados avanzando, tirando gases y disparando sobre el tumulto, los manifestantes más jóvenes tirando molotovs dentro de los locales comerciales, armados con honderas y piedras. Algunos arrancaron marquesinas de publicidad y trataron de armar barricadas para volver a cortar la calle, pero los gases no los dejaron permanecer.
Cien metros antes de llegar a la estación quedó el esqueleto de un colectivo incendiado. Según dijo la policía, por piqueteros que subieron con un fusil.
En la calle hubo persianas bajas y gente espiando desde los techos, con miedo a todo: a la policía y a los manifestantes. Allí donde el tráfico no estaba cortado, los heridos trataban de llegar al hospital o al menos alejarse del área. Pasó un grupo de cinco personas cargando a la rastra a una mujer desmayada. Los automovilistas continuaron su camino ignorando los pedidos de auxilio.
Pasó un hombre con una pierna baleada, apoyándose para caminar en el hombro de otro. El dúo consiguió entrar a la estación de Gerli, pero una vez dentro tiraron más gases y tuvo que volver a salir. Los curiosos que se habían asomado cerraron puertas y ventanas a su paso. Si tuvieron suerte, habrán podido treparse a algún colectivo.
La columna central fue así retrocediendo, desgajándose por las cuadras adyacentes, recibiendo nuevas cargas por patrulleros que llegaban cada tanto desde los costados. Una vez dispersada en grupos menores, la gente era detenida. Más de 50 personas fueron rodeadas, en Mariano Acosta al 1300, y trasladadas a la comisaría 1ra de Avellaneda. Los dirigentes piqueteros dijeron ayer que a la medianoche aún faltaba que unos treinta volvieran a sus casas.
La tarde terminó con 160 detenidos, 90 heridos y los dos muertos. La policía no tuvo heridos de bala. Sólo el jefe del operativo, comisario Alfredo Franchiotti, dijo que lo había lastimado un proyectil. Tenía un raspón en el cuello, y un ojo morado producto de la furia de los familiares que le pegaron en el Hospital Finochietto, cuando el oficialintentó acercarse a los medios para ostentar el rasguño. El comisario, golpeado y todo, se dio el gusto de difundir su versión de lo sucedido: “Actuamos porque esa gente iba dispuesta a combatir”, dijo a las cámaras. “Nos dimos cuenta por sus cánticos”.



LA CRISIS CAUSÓ DOS NUEVAS MUERTES (documental 2007)

Director: Patricio Escobar y Damián Finvarb
Escritor: Patricio Escobar
Lanzamiento: 2007
Género: Documental
Origen: Argentina
Lenguaje: Castellano

El miércoles 26 de junio de 2002, las organizaciones piqueteras cortaron el transito en el Puente Pueyrredón. Durante la brutal represión, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados por la policía.

El documental que les presentamos muestra toda la información con la
que se cuenta actualmente al respecto, y sin embargo su interés es
otro: analizar cual fue el tratamiento de este hecho por parte de los
medios de comunicación, más específicamente el diario Clarín, el más importante de Argentina y uno de los más importantes de América Latina.

Apenas pocas horas después de los hechos, los medios contaban con la
secuencia registrada por dos fotógrafos, que demostraba más allá de
toda duda que las muertes habían sido provocadas por la policía. Y sin
embargo, al día siguiente, el Gran Diario Argentino tituló: “No se sabe aún quienes dispararon contra los piqueteros - La crisis causó dos nuevas muertes“, en coincidencia de la teoría barajada por el gobierno, de que se trataba de un choque entre grupos extremistas.

Ni Franchiotti, ni la fuerza policial, ni el gobierno de Duhalde. Fue la crisis. Si, la crisis.

Descarga el documental












Las condenas



Alfredo Fanchiotti
·         El ex comisario de la policía bonaerense fue condenado a prisión perpetua por doble homicidio agravado.

Alejandro Acosta
·         El ex cabo y ex chofer de Fanchiotti fue sentenciado a prisión perpetua por doble homicidio agravado.

Félix Vega
·         El ex jefe de la Departamental Lomas de Zamora fue condenado a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado.

Mario de la Fuente
·         El ex policía bonaerense fue sentenciado a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado.

Lorenzo Colman
·         El ex policía bonaerense fue sentenciado a dos años de prisión en suspenso por encubrimiento agravado.

Carlos Quevedo
·         El ex policía bonaerense fue condenado a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado.

Gastón Sierra
·         El ex policía bonaerense fue sentenciado a tres años de prisión por encubrimiento agravado.

Celestino Robledo
·         Fue condenado a diez meses de prisión por usurpación de títulos y honores porque actuó como policía y no lo era.


El Tribunal Oral N° 7 de Lomas de Zamora también dispuso ayer que los ocho condenados por las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki queden "inhabilitados" para ejercer cargos públicos.







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